Nicolas Joly, propietario del Château de la Roches-aux-Moines, se ha convertido en uno de los personajes más controvertidos de la vitivinicultura de nuestros días por su condición de precursor e ideólogo -¿mesías?- de la biodinámica aplicada al vino.
Fundamentada en las teorías del
filósofo novecentista Rudolf Steiner, la biodinámica constituye una disciplina
agrícola de base acientífica que toma como principio motriz los flujos de
energía que interactúan en un cultivo. No es una forma radical de agricultura ecológica. Es más que eso y a la vez algo totalmente distinto cuyas raíces se hunden en ideas místicas y esotéricas. Dicho lo cual, hay que añadir: Y que, al parecer, funciona.
Un vino biodinámico debe entenderse como la expresión de las energías telúricas y celestes que inciden en un viñedo concreto. Y para que esto sea así, hay que orientar las labores agrícolas teniendo en consideración en cada momento la ubicación de la luna en su órbita alrededor de la tierra y su posición con respecto a las constelaciones del zodíaco; hay que "dinamizar" las energías que fluyen en el viñedo por medio de tratamientos en los que nunca interviene la química, solo productos naturales de los que se elaboran infusiones que se aplican en dosis homeopáticas; hay que entender que una pila de estiércol tiene vida propia antes de extraer de ella una pequeña porción para enterrarla dentro de un cuerno de vaca en el terreno; y llegados a ciertos extremos, se debe saber que el mejor
modo de poner en fuga a una plaga de conejos es quemar la piel de uno de ellos en una noche de luna llena o que, ya en la bodega, el empleo de frío para controlar algo tan esencial como la temperatura de fermentación del mosto puede considerarse una aberración biodinámica…
Pues bien, aunque todos estos son algunos de los peculiares métodos e ideas propugnados por la biodinámica, el movimiento no para de crecer. Y si lo hace no es precisamente por ese misticismo teatral que impregna cada uno de sus postulados, sino porque, en opinión de algunos de los enólogos más reputados del mundo entero, da resultado.
¿Cómo? ¿Por qué? Pues no está demasiado claro, pero en todo caso hay una verdad innegable: nada de lo que propone la biodinámica -ni, por supuesto, el propio Joly- parece hacer otra cosa que potenciar la identidad del vino con su tierra de una forma totalmente sana, inofensiva y enriquecedora. Luego está lo de creer o no creer, que eso ya es un asunto de cada cual.
Miguel Ángel Rincón