csoriano
19 de Abril de 2020

JOSÉ CARLOS CAPEL

 

Hace pocos días Rubén Valbuena, propietario de Quesería Cultivo, requería mi ayuda en nombre de un reducido grupo de queseros artesanos. “Nuestras cámaras están llenas y la leche sigue llegando”, me comentó preocupado. “Necesitamos incrementar las ventas directas. Hemos ajustado los precios y ofrecemos una tabla de 6 piezas al precio de 40 euros puesta en casa”. En términos parecidos se había expresado Silvia Peláez de Quesos & Besos, micro quesería jienense al pie de Sierra Morena, sin otros medios que un teléfono para recibir pedidos y dar salida a sus productos. En ambos casos elaboradores de productos perecederos tradicionalmente dependientes de la demanda de los restaurantes de su entorno, de los pequeños comercios y de clientes de paso. Micro empresas que por efecto del confinamiento han visto reducidas drásticamente sus cuotas de mercado.

“Las estadísticas aseguran que el consumo de pan en España se ha disparado. Que no nos engañen, son datos que conciernen al pan industrial, al que se vende en los supermercados y grandes superficies. A los panaderos artesanos se nos han reducido las ventas en un 50%”, me comentaba Antonio García, alma de Panem familia joven de panaderos madrileños. En términos semejantes se expresaba Daniel Ramos, propietario del Horno La Cremita. La situación se repite entre los artesanos del sector primario, horticultores, olivareros, ganaderos, charcuteros, pescadores de bajura y un inacabable etc. Productores que, la mayoría de las veces, han venido alimentando en silencio a los mejores restaurantes españoles y buscan vías de salida para sus productos a través de las ventas a nuevos clientes, allá donde se encuentren.

Se trata de un sector atomizado, por lo general con márgenes de beneficio mínimos, carente de liquidez y de recursos, demasiado frágil y vulnerable para soportar el envite de una pandemia.
Algunos – la mayoría– carecían hasta hace poco de páginas web, y no contaban con presencia en la redes sociales, Instagram o Twitter. Ni siquiera los más preparados contemplaban el hecho de promover sus ventas online como recurso alternativo.

A unos y otros la situación actual les está obligando a modificar sus estrategias conscientes de la necesidad de impulsar sus perfiles para fidelizar a nuevos clientes. No pasa un día sin que ahora reciba por vía digital varias ofertas de productos artesanos de los puntos más distantes de España. La tendencia se sigue acelerando. De forma súbita, internet ha irrumpido en el mundo rural sin visos de que en el futuro vaya a retroceder un ápice. El universo analógico se hibrida con el digital de manera irreversible en el fascinante mercado de los productos artesanos.

Todos nos preguntamos como van a evolucionar los hábitos de consumo en nuestro país por efecto del impacto. De momento, numerosos consumidores han descubierto que, vía online disponemos al alcance de la mano de alimentos de mucha calidad a precios razonables. Y que, al mismo tiempo, aparte de ayudar a artesanos del sector primario, y al mantenimiento de nuestro importante patrimonio cultural y gastronómico, es posible contribuir a una sociedad más sostenible.

Durante estas últimas semanas, mientras aguardamos expectantes que se acelere la curva de recuperación que nos libere del apesadumbrante confinamiento, en casa hemos tomado contacto con varios proveedores. El pan, la leche y los huevos, productos de enorme calidad llaman a nuestra puerta con una periodicidad variable. Compramos vía online carne de ternera gallega, lubinas en Gran Canaria, embutidos en Mallorca y Huelva, además de molletes, verduras, legumbres, patatas y arroz a panaderos, horticultores y cosecheros situados en Valencia, Écija, A Coruña, La Rioja y Alicante. Estoy convencido de que seguiremos sumando nombres a esta relación cuya carga emocional me entusiasma. Algo así como convertir en alimentos de proximidad productos locales por efecto de un clic en la web correspondiente.

El mundo rural tiene ante sí una oportunidad de crecimiento y reformulación de sus pequeños negocios gracias a la utilización de las herramientas digitales. La tecnología acude en socorro de los artesanos. Me pregunto si en el futuro los consumidores terminaremos haciendo nuestra propia play list gastronómica como comienza a ser nuestro caso, uno de los posibles cambios del famoso Día Después, que todos esperamos.