Imagen JAVIRROYO

De todos los santos laicos vinculados con el disfrute y la fiesta a los que se puede rezar al que más fe le he tenido desde los años de adolescencia es a San Queremos. Que yo sepa no hay ningún otro que sea más adaptable y dispuesto a colaborar con los de aquí abajo. San Queremos, como su propio nombre indica, no se celebra todos los años en un día concreto, como San Miguel o San Cosme. Le avisas con solo 24 horas de antelación y te pone en rojo un martes o un jueves cualquiera. A San Queremos hemos ido en romería 'cienes y cienes' de veces. Mañana, fiesta. ¿Qué celebramos? San Queremos.

csoriano
22 de Mayo de 2020

BENJAMÍN LANA

Desde hoy le voy a tener mucha fe a un santo nuevo. No se sorprendan. El ritmo de canonizaciones en los últimos años es bastante elevado. Recuerdo que un solo domingo de hace tres o cuatro años el Papa Francisco canonizó a siete de una tacada, entre ellos un mexicano y un cura gaucho.

Nuestro nuevo santo no ha necesitado pasar por el Vaticano porque es de la división laica, como decía. Digo nuestro nuevo santo y quizás debería decir mi nuevo santo, aunque espero que lo sea también de muchos hosteleros lo antes posible, por el bien de todos y porque va a llevar el nombre de San Comensal.

Ayer supe de su existencia en un encuentro muy nutritivo y poco serio que mantuve en ‘Gastronomika Live’ con el ilustrador Javi Royo y el cocinero David de Jorge. Andábamos nostálgicos entre recuerdos de libros de cocina que fueron impresos en los tiempos jóvenes de la Bardot y mentando a venerables de la cocina como Michel Guérard y Pierre Gagnaire, Alvaro Cunqueiro o José María Busca Isusi, cuando surgió su beatífica figura y su nombre: San Comensal. Nunca ha habido un santo más oportuno. Llega a nuestro santoral en el momento en que más falta nos hace, pensé.

Por fin los calendarios de los libros de reservas, que andaban yermos como la tundra, empiezan a tener colorines, subrayados y nombres. La ilusión despierta y parece que en julio, en la semana de San Fermín mayormente -otro de los grandes santos parranderos-, se van a levantar hasta arriba las persianas de muchos restaurantes. Digo hasta arriba porque las que se están subiendo en estas semanas previas no pasan de la mitad. El dueño tira de ellas sin decisión para ponerse con las dichosas comidas a domicilio, reparar el lavabo que perdía o iniciar el proceso de aclimatación mental al nuevo orden de las cosas.

Muy milagrero

A San Comensal, nombrado justísimamente a tenor de sus obras y milagros por Javi Royo, como decía -a este Papa lo que le pertenece-, hay que rezarle mucho y cuidarle como a las niñas de nuestros dos ojos. Pedirle para que se nos aparezca repetidamente y en todas las formas y cuerpos que le sean posible en su santa condición y nos llene los locales lo antes posible y también para que sea muy milagrero. Que si el Gobierno no arregla lo de los ICO a tipo cero para todos o sigue silbando una de vaqueros cada vez que alguien mienta el satánico concepto de ‘ayudas para el sector’ pues que San Comensal se pueda sacar de su santa manga unos tíquets medios altos como Romay que den paz al restaurantista o haga entrar en razón a alguno de los muchos ministros y ministras del ramo y rama, que digo yo que todo el mundo está de acuerdo en que una cosa es creer en Dios y otra en los santos y más aún si, como el nuestro, es cuando menos agnóstico.

También hay que rezarle para que nos libre de todas las plagas. Para que acertemos en las mamparas, en la disposición de las mesas, en olor de los hidrogeles y, sobre todo, nos ilumine con su luz cada vez que se nos acerque uno de esos falsos samaritanos que con su sonrisa perfecta nos trate de convencer de que la solución está en cambiar de -y cito literal- de ‘strategy’, ‘trends’, y hacer más ‘research’ para mejorar en ‘E-happiness’. Y ojo que te saca también algo de ‘mentoring’ o te tumba con una saga más larga que la de la Guerra de las Galaxias de ‘marketing disruptivo para tu delivery online’.

En otra charleta me dijo Ángel León que él iba a hacer lo que sabe, lo suyo, lo de siempre y que le dieran tila a todos esos que no tienen nóminas que pagar y que no callan con eso de que hay que «reinventarse». Hasta el Adrià, que sí sabe de inventar, apuntó la semana anterior que zapatero a tus zapatos y cóselos bien para que sean buenos.

Yo me arrodille imaginariamente ante la rapidez y la sorna de un ‘tuit’ de Pedro Sánchez el bueno, el de Jaén, Pedrito para entendernos, en el que propuso como única solución: «Desreinventarse». Y solo por esa palabra que me alegró el día pensé que tenía que escribir este artículo y dedicárselo.