Beatriz Sotelo es cocinera del restaurante La Estación en Cambre, una población en las afueras de La Coruña, además de asesorar El Madroño en la T4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid. Nacida en 1981, consiguió alzarse en la edición 2008 de la Feria Alimentaria con el galardón que la reconocía como ganadora del Concurso Cocinero del Año en España. Un canelón de faisán y trufa con setas de temporada salteadas; una merluza de Celeiro con pil pil de limón y pimientos verdes y un postre llamado crema de Albariño con almendra y manzana le sirvieron entonces para hacerse con un trofeo por el compitieron cerca de mil cocineros. Casi nada.
Allí se dio a conocer ante el mundo una mujer que sin haber alcanzado la treintena ostenta ya, desde el año pasado, su primera estrella de la Guía Roja y que desarrolló su trabajo previo al reconocimiento del que ahora disfruta dentro de una abrumadora normalidad. Nacida en una pequeña aldea a siete kilómetros de la localidad pontevedresa de Marín, estudió allí el Bachillerato y el COU antes de decantarse por la Escuela Superior de Hostelería de Pontevedra. Podría haber optado por la universidad, pero quería hacer algo ya, sin esperar los tres o cinco años que tarda en obtenerse una titulación, pudiendo así trabajar en las temporadas de verano y vacaciones realizando prácticas en distintos sitios.
La suya es una cocina avanzada aunque de inconfundible raíz gallega, que tiene su origen en aquella aldea de Ardán que la vio crecer entre huertas y animales de granja donde la vida se estructuraba en torno a la cocina. Siempre había algo bullendo en las ollas, pero nadie en su familia se había dedicado antes a cocinar profesionalmente y tampoco ella parecía que fuera hacerlo hasta que lo hizo. Finalizadas las prácticas de la Escuela entró a trabajar junto a Marcelo Tejedor en Casa Marcelo en el tiempo en que este obtuvo su propia Estrella Michelin. De él aprendió una forma de entender la cocina que nadie le había explicado antes. Tras una temporada en sus fogones se marchó para iniciar una breve etapa itinerante en restaurantes sin demasiado renombre de Alemania y Francia antes de retornar a Galicia.
Fue entonces cuando el destino hizo que se cruzara en 2005 con Juan Crujeiras, amigo y compañero de promoción del propio Tejedor. Él le propuso trabajar en La Estación de Cambre y ella aceptó encantada. El restaurante floreció al lado de las vías del tren, en las instalaciones de la antigua estación de RENFE que le da nombre. Beatriz se asentó. Definió su estilo culinario. Dos años después se asoció con Crujeiras para compartir la propiedad del establecimiento, hicieron las reformas necesarias para afrontar el nuevo enfoque que querían darle al lugar y un año más tarde su nuevo socio la animó a presentarse al concurso de Barcelona que situaría La Estación en el mapa de la gastronomía gallega y nacional.
Su trabajo se basa en el más sencillo de los principios, el producto fresco y de calidad. Preferiblemente pescado, esos pescados que según van entrando en el establecimiento y les vas viendo la cara te van inspirando una idea, una receta, un plato. Quizá sea ese el único secreto de su éxito, el mantener siempre como premisa que la inspiración nace de la materia prima de calidad que el mercado pone cada día a su disposición, sin buscar otro camino hacia la genialidad que el trabajo bien hecho y la honestidad en el plato.
Resulta refrescante conocer trayectorias como la de Beatriz Sotelo. A veces es algo tan simple como hacer tu trabajo bien y con una buena dosis de talento lo que te catapulta al éxito.