Hace más de ciento treinta años que alguien con el apellido Gaig hace feliz con sus platos a los barceloneses. Desde luego no fue Carles quien comenzó a hacerlo, pero sí quien ha heredado tan dilatada trayectoria familiar de apego a las cazuelas para adaptarla a nuestro tiempo. Carles Gaig es una institución en la cocina catalana, pero una institución tan dinámica como lo demuestra el cambio reciente de ubicación de su restaurante, que ha pasado del barrio de Horta, donde naciera, a una nueva localización en Aragó, 214.
El establecimiento está decorado con un estilo moderno y actual pero sin modificar un ápice los principios que la han mantenido entre las grandes durante muchas décadas. ¿Y qué principios son esos? Pues los que hacen de las materias primas de cada temporada las protagonistas de cada plato, con elaboraciones meticulosas que en muchos casos retoman y actualizan el recetario tradicional de la casa para adaptarlo al gusto del comensal actual pero sin extraviarse persiguiendo cantos de sirena que le robarían su sentido a un legado más que centenario y que es capaz de redescubrirse así mismo cada día, generando en el comensal emociones siempre nuevas.. Ese tipo de emociones las provocan sus canelones eternos, su crema catalana indispensable y también esos buñuelos de bacalao que nacieron para satisfacer la gula en tiempos de cuaresma y permanecen como una de las joyas de la casa por su prodigiosa simplicidad basada en el manejo de una materia prima de primera calidad y un dominio de la fritura en aceite de oliva sin fisuras.