Fatéma Hal

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octubre 3, 2018

Cocinera, investigadora y empresaria, es la gran dama de la cocina marroquí. Desde Mansouria, su restaurante de París, y a través de sus libros, ha demostrado al mundo que la gastronomía de su tierra es mucho más que un buen cous-cous.

¿Qué hace una mujer representando la cocina de un país musulmán en una actividad dominada por los hombres como es la restauración profesional? Por chocante que parezca no es una cuestión de militancia feminista, sino de coherencia. “Solo soy una mujer que cocina. En mi país, la cocina es cosa de mujeres. Las recetas se transmiten de madres a hijas”, suele decir Fatéma Hal cuando comparte mesa o escenario con los grandes cocineros internacionales. Tras sus gestos se esconde siempre un íntimo homenaje para aquellas de quienes se considera heredera. Su cocina, profunda, franca y auténtica, destila alegría, sensualidad, pasión. Es fiel reflejo de esta mujer culta, intuitiva y perseverante que se ha ganado a pulso el lugar que ocupa.

Siendo muy joven se trasladó a París desde Oujuda (Marruecos), donde nació. Estudió literatura árabe, etnografía, fue consejera del Ministerio de los Derechos de la Mujer, comenzó a cocinar a domicilio, acercando los sabores de su tierra a la sociedad francesa, hasta que finalmente decidió abrir un restaurante, Mansouria. “El camino no ha sido fácil. Descubrí mi verdadera personalidad a través de la cocina y de las mujeres. A partir de ahí, viajar, buscar, escuchar, aprender…”. Harta de que todo el mundo redujera la gastronomía marroquí al cous-cous, decidió mostrar la riqueza culinaria de su país y para ello emprendió una auténtica cruzada en la que aún se encuentra inmersa. Su sonrisa fácil y su probada autoridad la han convertido en la mejor embajadora gastronómica del reino Alauita.

En Mansouria perviven las recetas rescatadas del olvido, algunas ni si quiera son populares entre los propios marroquíes, debido a su localismo o especificidad. Las cocineras que trabajan con Fatéma (sólo hay mujeres en su cocina) dominan técnicas ancestrales, preparan a mano los granos de cous-cous, amasan con destreza la delicada y finísima pasta brick o mezclan sabiamente las especias siguiendo códigos secretos. Su recetario es tan amplio como el territorio de país del que proceden y en él se dibujan los sabores de sus paisajes: el desierto, los oasis, el mar, los palacios, las medinas… Recetas humildes o de gran fiesta, de costa o de interior, para comer en la calle mientras se camina o festejando alrededor de la mesa. Platos que invitan a compartir, siempre sabrosos, suculentos, auténticos, capaces de transmitir una historia, la de las gentes y la tierra donde surgieron.

Por Óscar Caballero