Montse Estruch ha conseguido a fuerza de creatividad, pasión, sensibilidad y trabajo hacer de su restaurante El Cingle, una referencia ineludible en el ancho y luminoso paisaje de la cocina catalana actual. La suya es una cocina llena de vitalidad que trata de transmitir al comensal emociones que queden grabadas en su memoria. “Nuestra carta – afirma en la presentación de su restaurante – está llena de colores, los colores de la naturaleza, de los ingredientes. Su línea se acerca a dejar en segundo término el fenómeno de la moda en gastronomía: lo que pretendemos es que se queden con la esencia de las tendencias culinarias y de nuestro trabajo; es decir, con la transformación de los alimentos en bruto y con las fórmulas, composiciones que nos nutran, exciten y fascinen, con puntos técnicos, cocciones, texturas…”.
Tras una dilatada trayectoria profesional y formativa que se inició en 1973 – en lo que era por aquel entonces un hostal y hoy se ha transformado en un moderno establecimiento culinario -, Montse ha alcanzado ese momento al que todo gran cocinero aspira en el que sus creaciones surgen como fruto de un estilo propio, de un modo singular de ver y entender la realidad tras haber asimilado las enseñanzas de los muchos maestros españoles y franceses junto a quienes ha trabajado. Entre ellos reconoce dos influencias fundamentales: la capacidad especial para generar sensaciones desde eso que en literatura se llama la voz femenina que le transmitió Mey Hoffman, y la pulcritud, eficiencia y rigurosidad técnica que asimiló como fruto de su contacto con Bernard Benbassat.
De todo ello surge una cocina luminosa, colorista y emotiva en la que toman especial relevancia las manipulaciones técnicas de frutas y verduras que llegan al plato ofreciendo versiones diversas de sí mismas gracias al juego con los distintos grados de cocción. Y lo hacen también las flores, cuyo protagonismo se hace notar en múltiples creaciones entre las que destacan las reducciones de esas mismas flores, su presencia en ensaladas extraordinariamente coloristas y meditadas en su combinación de sabores o el empleo de sus pétalos como recurso tanto estético como sápido y aromático en elaboraciones de pescado que ponen de manifiesto la profunda conciencia mediterránea de la cocinera en la concepción de los platos de sus diversos menús.