Pep Romany

 

lrodriguez
octubre 25, 2018
Pep Romany, comerse el mundo desde Dénia   Pep Romany, físico e informático de carrera, se dedica a la restauración desde 1999, con proyectos como El Tossalet del Carme o Miguel Juan, siempre en Dénia, pero irrumpió con fuerza en el panorama gastronómico de la muy gastronómica ciudad y su comarca tras la apertura de Pont Sec en 2013.   Casi desde el principio, ganó singularidad y notoriedad con la reivindicación de la coca, especialidad que los valencianos comparten con catalanes o baleares, emparentada con la pizza, tan arraigada como esta o más. En Pont Sec, Pep Romany conjuga el saber ancestral y el de hoy con las técnicas de siempre y las de ahora para poner al día una elaboración que estaba prácticamente confinada en los hornos o panaderías y en los almuerzos informales. El éxito ha sido tal que ya se habla de Pont Sec como modelo de “coquería”, un concepto de restauración nacido para expandirse.   Lo menos positivo de esa enorme aceptación es que la coquería Pont Sec eclipsa otros aspectos de un restaurante estrechamente imbricado en la efervescente realidad sociogastronómica de la ciudad y la comarca. Las estrategias diseñadas para Dénia y La Marina Alta en el marco de la red de Ciudades Creativas de la Gastronomía, promovida por la UNESCO, vienen a poner orden en un tupido entramado que va desde el productor más apegado al terreno —el pescador, el agricultor— hasta una industria hostelera con una concentración de restaurantes gastronómicos sin parangón.   Se parte de la idea de que el turismo destruyó la cadena que une la producción y el consumo vinculados a un territorio y su forma de vida, pero es también quien puede regenerarla. Romany y Pont Sec están en ello con sus arroces, sus carnes a la brasa, sus salazones de elaboración propia o sus platos tradicionales —siempre desde una visión completamente ajena a lo museístico— o con el huerto a pie de fogón que suministra todo tipo de hortalizas: una conmovedora oda a Dénia, a La Marina Alta, a su gente, a su pasado y a su futuro, a su manera de comerse el mundo…   Por Lluís Ruiz Soler