La fulgurante carrera de Sergio Azagra se inició cuando apenas era un chaval y empezó a trabajar a las órdenes de su tío en el Bigarren de Huesca. Allí permaneció tres años. Hizo de todo y por encima de cualquier otra cosa adquirió una base de conocimientos que lleva desde entonces en su alforja. Tres años más tarde abrió las alas, trabajó en El Molinero y en La Albahaca Oscense, siempre en Huesca, hasta que vio la oportunidad de viajar a Donosti para entrar en la cocina de Arzak y no lo dudó. Permaneció dos años en el restaurante del Alto de Miracruz, observando, aprendiendo, empapándose de las formas de trabajo, la sabiduría y la creatividad de Juan Mari, Elena y su equipo. Después de aquello ya nada volvió a ser igual.
Finalizada su etapa en San Sebastián, el joven cocinero marchó a Zaragoza para hacerse cargo de los fogones de El Cachirulo. Un nuevo paso en una carrera siempre ascendente que le haría recalar poco después, de vuelta a casa, en Huesca, en la dirección de Flor de Barbastro, el último escalón previo a su independencia.
Su trabajo actual abarca tantos frentes que resulta complicado describirlos. En primer lugar, y tras el éxito de su libro Setas, Guía y Recetas, (Premio Gourmand al libro de cocina más innovador), ha mantenido su trayectoria editorial con el más reciente Trufas, Guía y Recetas, escrito al alimón con José de Uña y Emilio Ubieto, que le confirma como uno de los más ilustres representantes de la cocina micológica en España.
Demasiado inquieto, en cualquier caso, para mantener su idea de la cocina encadenada a un único adjetivo, Azagra ha iniciado una nueva etapa, complementaria a su labor editorial y a los muchos cursos y charlas gastronómicas que imparte, inaugurando en su ciudad un espacio gastronómico multidimensional, Gastrológica, G + L: un bar de tapas creativas, un restaurante de cocina avanzada, un lugar para la reflexión y el conocimiento culinarios.
En Gastrológica, ubicado en las antiguas instalaciones del Diario del Alto Aragón, el comensal puede contemplar la elaboración en directo de los platos que degustará en varias pantallas que enseñan todo lo que sucede en la cocina paso a paso: "Somos lo que comemos y comemos lo que vemos", reza un texto sobre la pared, al lado de la barra. La idea que rige G+L es la de ofrecer una cocina creativa al alcance de todo el mundo y esta filosofía se desarrolla en doce variantes: vasos de ensaladas, carpaccios, setas del bosque, de cuchara, "aragoneses por el mundo", orientales, "pa picar", "al centro, cucharadas Liplax", "chicha y pescado", "lamineros", niños y celíacos.
Y si todo ello puede hacer suficientemente atractiva la visita a este establecimiento tan particular, más interesante aun es lo que ocurre cuando subimos la escalera que nos lleva al piso superior, el lugar donde se encuentra la "cozina", un espacio multiusos que acoge exposiciones artísticas, charlas y seminarios culinarios, al tiempo que sirve para atender de forma más personalizada y directa a los comensales que ocupan sus mesas para disfrutar de un modo reposado de los platos de la carta.
Sergio Azagra posee un currículo plagado de premios y reconocimientos a su tarea, diseña menaje de hostelería para la firma Liplax y se ha consolidado como uno de los grandes de la cocina aragonesa sin haber rebasado todavía la mitad de la treintena. Es un gran cocinero, pero también uno de los pocos que saben comunicar su trabajo de forma tal que el placer de escucharle hablar de sus elaboraciones o leerle iguala al placer de probar sus platos. Es, no cabe duda, un cocinero para el siglo XXI.
Por Miguel Ángel Rincón