Tatung Sarthou

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octubre 3, 2018

Myke Sarthou 
Aunque durante su infancia la comida fue algo primordial (era el único de la familia que se quedaba observando de buena gana cómo cocinaba su abuela Juanita, solía despertar en mitad de la noche a su madre, Joji, para saciar sus antojos nocturnos y empezó a hacer pasteles a los siete años), Myke Sarthou nunca imaginó que se convertiría en chef. Se licenció en Empresariales en la Universidad de Cebu y se dedicó a producir eventos y programas televisivos y a trabajar como redactor durante mucho tiempo, antes de darse cuenta de que aquello no era su elemento. 

“Me pregunté adónde estaba yendo y qué estaba haciendo —dice—. Sé que puedo hacer muchas cosas, pero, ¿en qué soy realmente bueno?”. Tatung, como le llaman cariñosamente su familia y amigos, ascendió a pie a la montaña Sagada y se pasó seis meses aislado, meditando qué hacer con su vida. Irónicamente, su viaje interior estuvo muy influido por la comida. 

Para saber más de sus raíces, se volvió hacia la cocina de su país. Observó los estilos y técnicas culinarias de varias comunidades regionales, aprendió de muchos productores y granjeros, conversó con historiadores culinarios y documentó todos sus aprendizajes, desde los orígenes del adobo y los procesos de elaboración de sales artesanales, hasta los platos familiares en Mindanao. De resultas de todo ello, Tatung se encontró a sí mismo y descubrió su verdadera vocación. Finalmente, cocinar era lo que le hacía sentir más natural y orgánico. 

Con la fuerza de una pasión renovada, el chef autodidacta se trasladó a Manila y abrió un comedor privado en su residencia de Ciudad Quezón, del que solo habló a sus amigos y familiares. Sorprendentemente, se corrió la voz, y Tatung se encontró respondiendo a pedidos y abriendo su puerta a altas horas de la noche a personas que no conocía en absoluto. Al cabo de un tiempo, la noticia de su humilde negocio llegó a la prensa, y como resultado acudieron muchos más clientes: su cocina vivió épocas muy ajetreadas. La calurosa acogida que recibieron sus platos cimentó su decisión de emprender una verdadera carrera en el mundo de la cocina. “La gente me abrió oportunidades", dice. 

Al cabo de cinco años, las cosas con las que solo podía soñar se convirtieron en realidad: desde la apertura de Agos, un restaurante que expone su visión de la cocina filipina, hasta la producción de un documental televisivo en cuatro partes titulado
The food that we are y la publicación de su propio libro de cocina: Philippine cookery: from heart to platter, ambos resultado de su amplísima labor de estudio e investigación. 

“La introspección que supone la cocina me ha proporcionado incontables percepciones de mí mismo”. Aunque la cocina le dio un rumbo a su vida, lo que ahora motiva su
pasión es hacer algo más que servir comidas. “Ahora, por medio de mi trabajo puedo utilizar el talento que he recibido. La alimentación y los asuntos relacionados —seguridad alimentaria, nutrición, comercio justo— están impulsando mi trabajo más allá de la cocina". 
Por Angelo Comsti