MUCHO MÁS QUE DOS
Albert Raurich es mucho más que dos: Dos Palillos, Dos Pimientos (Dos Pebrots)… Es como el gran poeta Mario Benedetti reinterpretado en cocinero. Sus manos trabajan por la justicia y codo a codo con Tamae, su mujer, son… ¡mucho más que dos!
Muchos años en elBulli, de verdad -no sólo un paseo para la posteridad-. Fueron once, de los cuales desde el 2001 al 2007 fue jefe de cocina. Codo a codo también con Ferran. Siempre codo a codo, con la vida, con la cocina, con la risa. Un gran chef que ríe, siente y da gusto verle. (Demasiadas veces los grandes chefs se olvidan de reir y se muestran un tanto trascendentes).
Para Albert, como diría Benedetti, los clientes son sus cómplices y su rostro, siempre sincero, felizmente le delata. Su cocina es como él, comprometida con el medio ambiente, las nuevas tecnologías dentro de un orden, siempre pendiente de la sociedad. Podríamos decir que es una cocina terapia en la cual todo está estudiado, aunque no lo parezca – otro de sus méritos- y obedece a un proceso deductivo que parece sencillo pero arrastra una gran observación.
Su primer restaurante propio, llamado Dos Palillos, fue un canto a la sensibilidad. La unión del palillo que pinchaba la aceituna de la España de la postguerra, o tal vez el pincho de tortilla, o el mejillón de lata, con los palillos orientales -tenedores de la modernidad culinaria and foodie– fue una revolución de los sentidos. Dos espacios, uno cañí, el del palillo -¿de dientes?- plano y burdo de nuestra infancia y el otro interpretado en barra oriental. Nadie supo hacerlo como él. A partir del palillo construyó toda una filosofía. Su pasión por “lo japo” no es consecuencia de la moda sino del amor. Por eso le salió redondo. Como los palillos.
Y sus Dos Pebrots (pimientos) también los compuso a dúo, codo a codo, con la vanguardia más rabiosa, que no es otra cosa que la tradición. Sabia combinación de una culinaria donde el pimiento no existía, porque Albert Raurich es capaz de remontarse a Apicius tan tranquila, serena y suculentamente hablando. Y además, con datos y conocimiento de causa.
Desde una tortilla unilateral de piñones recuperada del primer recetario de la historia, siglo I a.C. (Re Coquinaria) a un xarab de frutas, hierbas y licor, de Al Andalus (Siglo X) sin alharacas. Todo es una fiesta sin petulancias. Un canto a Persia en su kebab; otro a Murcia y Valencia en su arroz viudo; una nana de la cebolla que nos hace llorar cuando la encontramos, oronda y plena, sobre platos redondos y llenos de nostalgia. Simplemente se llama cebolla negra. Platos redondos – ¿se acuerdan?- tan olvidados… A veces de porcelana fina y burguesa, con su florecitas y su canesú.
Albert Raurich y su mujer Tamae son mucho más que dos. Son la antigua Grecia, son el pil pil de San Sebastián de los años 30, el fricandó de la Cataluña del siglo XV, los calamares de las bailarinas de Cádiz reflejadas por Marcial…
Dos Palillos, Dos Pimientos, muchas culturas, un juego suculento donde la emoción es un ingrediente básico. La suculencia está asegurada. Un canto a la historia culinaria oriental y occidental construído con enorme maestría.
¡¡Gracias Albert!!
Por Paz Ivisón