Un cocinero de su entorno, en lo alto de las montañas de Cantabria, al lado del santuario de La Bien Aparecida, en pleno paraíso natural. Una cocina moderna sin artificios, con apuntes creativos pero sin estridencias, suculenta, rica, con firmes raíces tradicionales aunque actualizada en la técnica y la presentación.
Nacho Solana no se veía a sí mismo como cocinero cuando sus padres lo enviaron, con trece añitos, a estudiar en la Escuela de Hostelería. Pero resultó que allí descubrió que poseía unas dotes extraordinarias para el oficio.
Pasó años recorriendo cocinas ajenas para empaparse de la técnica y la creatividad de los gigantes antes de regresar a su casa. Una vez allí, construyó junto al establecimiento hostelero familiar, fundado por sus abuelos, un restaurante gastronómico donde darle alas a su idea personal de la cocina.
Y en ello está. Acaba de superar la treintena y ya cuenta con una estrella Michelin en el mismo lugar donde sus antepasados criaban vacas y gallinas y daban de comer a los pastores.
La tradición revisitada como expresión de la modernidad.
Por Miguel Ángel Rincón